Cada piedra de Mauthausen representa la vida de un español

Situado a 20 kilómetros de Linz ―capital de la Alta Austria―,  Mauthausen se construyó en agosto de 1938 por una avanzada de 300 prisioneros provenientes de Dachau, Alemania,  a la que luego se sumaron albañiles de nacionalidad española.

Alrededor de 200 mil deportados llegaron a Mauthausen entre 1938 y 1945, único campo nazi de categoría tres, es decir, espacio destinado a prisioneros considerados irrecuperables, asociales y reincidentes sin perspectiva de enmienda.

En agosto de 1940 se instalaron 292 españoles en la expedición conocida como el Convoy de los 927 , con familias enteras. A todos ellos el comandante Ziereis les advertía: sólo saldrán de aquí por un lugar, y ése no es otro que la chimenea.

Aunque Mauthausen no era propiamente un campo de exterminio, la mortandad que se registraba día tras día era altísima, dadas las condiciones extremas en las que los prisioneros desarrollaban su trabajo en aquella cantera de granito.

Tras salir de España, en 1939, los republicanos españoles se encuadraron en el ejército francés y, al momento de la invasión de Francia por Wehrmacht, fueron capturados por las tropas alemanas y transferidos a Mauthausen.

“No existen españoles fuera de las fronteras”, dijo Franco a los alemanes cuando pidieron información para decidir el destino de los republicanos capturados. De 1940 a 1945 pasaron por Mauthausen 10 mil españoles, de los que fallecieron 7 mil 500.

Mauthausen comenzó a ser conocido entre los deportados como el Campo de los españoles. Para distinguirlos del resto de los presos, los republicanos portaban el triángulo azul de los apátridas, con una S de spainer en el centro.

El 26 de agosto de 1940, fecha en que  falleció el primer español, sus compatriotas, ante la sorpresa de los verdugos, guardaron un minuto de silencio. La escena se repetiría en numerosas ocasiones, destacan testimonios de los sobrevivientes.

Con el paso del tiempo, algunos españoles desempeñaron tareas especializadas: peluqueros, sastres, administrativos, intérpretes, fotógrafos, de modo que tenían mayores posibilidades de sobrevivir que los que trabajaban en la cantera.

Aquellos republicanos que ejecutaban labores fuera de la cantera tuvieron acceso a información valiosa y, en cierto modo, actuaron con autonomía para sostener la organización republicana que funcionaba desde mediados de 1941.

La labor de la organización española fue crucial porque, al llegar deportados de otras nacionalidades, los españoles eran los veteranos del campo, expertos en la lucha por la supervivencia y dispuestos a compartir su saber con los recién llegados.

El recuerdo más vivo en la memoria de los sobrevivientes, sobre todo de los franceses, al hablar de Mauthausen, es la fe española en la derrota del nazismo, incluso en los peores momentos, pues ellos habían comenzado esa lucha desde 1936.

Cuando el ejército norteamericano entró a Mauthausen el 5 de mayo de 1946, en la gran pancarta que cubría la entrada, se podía leer: Los españoles antifascistas saludan a las fueras libertadoras, sostienen sobrevivientes del campo.

La liberación del campo, sin embargo, no significó para los republicanos el final de la guerra comenzada en 1936. Muchos no pudieron volver a la España del franquismo, y habrían de encontrar asilo en otros países, sobre todo, en Francia.

 

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