Este trabajo de importancia capital para el desarrollo literario y científico de un país no siempre se aprecia como es debido; su significación es tan grande, sin embargo, que constituye un índice de grado de civilización que alcanza un pueblo. La universalidad de los descubrimientos científicos, las nuevas teorías, el gusto artístico predominante, las ideas de una época, se realizan mediante los traductores que trabajan en una tarea difícil, a veces ingrata, casi siempre oscura y, en los países de habla española, mal remunerada.
Con todo, ha sido en todas las épocas un recurso que emplea el escritor para poder dedicarse a escribir su propia obra. De ahí la significación sociológica y cultural de los cintos de traducciones que realizaron en México los refugiados españoles, traducciones, directas del francés, del inglés, del alemán, de obras que en muchos casos aparecen por primera vez en español.
Pueden señalarse algunos ejemplos mínimos le los trabajos de traducción desde la llegada de los exiliados republicanos, por ejemplo; En el fondo de Cultura Económica que, como se sabe, fue uno de los primeros centros literarios, donde encontraron trabajo los emigrados, José Carner tradujo del inglés a Cochrane, Cristianismo y cultura clásica; Juan José Domenchina del francés a Raymond, De Baudelaire al Surrealismos; Ernestina de Champourcin a Alencar, El sertanero, del portugués. En el mismo Fondo, es muy conocida la enorme labor como traductor de alemán (y ocasionalmente de inglés) de Wenceslao Roces, quien vertió al español obras fundamentales de la historia, la filosofía y la economía modernas: Bühler (Vida y cultura en edad media), Friendländer (La sociedad romana), Gregorovius (Roma y Atenas en la edad media), Mommsen (El mundo de los Césares), Marx (El capital). Muy importantes también las traducciones de Eugenio Ímaz, que recreo a casi todo Dilthey, a Burckhardt y a Ranke; de José Gaos: intérprete de Heidegger, de Husserl.