El Observador
“Una de las señas de identidad republicanas fue la educación y los colegios fundados por los exiliados en México lo corroboran, particularmente el Luis Vives y el Madrid, constituyéndose en el principal núcleo de transmisión de su cultura e identidad”
OPINIÓN. El lector vago. Por Miguel A. Moreta-Lara
Escritor a veces
26/05/21. Opinión. El escritor Miguel A. Moreta en su colaboración con EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com de esta semana escribe sobre el exilio méxicano de los perdedores de la Guerra Civil: “En el momento de arribo a México de los asilados republicanos, las fuerzas anticardenistas (sinarquistas, católicos y franquistas) desataron una campaña contra estos refugiados. Parecía que…
…estos españoles debían cargar sobre sus hombros una triple culpa: la de los conquistadores matadores de indios y expoliadores, la de los gachupines explotadores y, ahora, la de execrables rojos comunistas”.
Fernando Serrano: una voz clara y distinta (El exilio español y su vida cotidiana en México)
“En el exilio se oyen tres voces que dificultan el entendimiento: los que expulsan, los que son expulsados y los que reciben”.
F. Serrano Migallón
Fernando Serrano Migallón (México, 1945) es un distinguido jurista y académico mexicano. Culminó dos licenciaturas (Derecho y Economía) y un doctorado (Historia) por la UNAM, además de estar diplomado por el Instituto Internacional de Administración Pública de París y por la Academia de Derecho de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Durante su vida dedicada al área jurídica y administrativa ha sido, entre muchos otros cargos y responsabilidades, decano de la Facultad de Derecho (dos períodos), director del Instituto Mexicano del Derecho de Autor, secretario de Cultura de Conaculta, secretario general de la Cámara de Diputados, subsecretario de Educación Superior, consejero en la Comisión Nacional de Derechos Humanos y abogado general de la UNAM (dos períodos). En la docencia se desempeñó como profesor de Ciencias Políticas y Derecho Constitucional en la UNAM y profesor de Administración Pública y Relaciones Internacionales en el Colegio de México. Es académico de número en la Academia Mexicana de la Lengua, en la Academia Mexicana de Jurisprudencia y Legislación y en la Academia Mexicana de Historia. Es autor de cuarenta publicaciones en su mayoría referidas al ámbito histórico y jurídico y varias dedicadas a los exilios. Las pasiones privadas de este investigador, que ha sido condecorado por varios países, también son públicas: es un viajero gozoso, un consumado bibliómano (la Feria Internacional del Libro de Guadalajara le homenajeó como Bibliófilo 2015) y un probado gastrósofo. Debo confesar que hasta que no degusté en su casa de Ciudad de México -cocinado por sus manos- un morteruelo, no supe de sus orígenes manchegos, ni de la contundencia de ese difícil preparado.
El doctor Serrano, en los meses de confinamiento, ha venido trabajando en una monumental historia del constitucionalismo mexicano (La vida constitucional de México, en diez volúmenes -algunos ya publicados-, que espera concluir a fines del 2022) y también ha alumbrado un librito emocionante: El exilio español y su vida cotidiana en México. Ha debido de ser conmovedor dar a la imprenta este ajuste de cuentas con un fenómeno ya muy estudiado, pero del que este autor tiene experiencias de primerísima mano. El investigador se explaya durante la primera mitad del libro sobre las bases jurídicas, políticas e históricas (sin perder de vista nunca el factor humano) de esta cuestión, que ha de resultar sobradamente sugestiva al lector por los muchos hilos que va tejiendo en torno a ella, dejándolos al aire, como el envés de una alfombra, para llegar a la otra cara del libro, en la que acomete un sumario sociológico de lo que podríamos denominar las señas de identidad del exilio republicano en México.
Ya en la presentación del libro, su autor explicita su aspiración:
Recordar el pasado para entender la generosidad, el humanismo y la grandeza de espíritu de quienes ayudaron a los españoles a arraigarse en nuestro país, siempre sobre la base del vigor, la crítica y el repudio al oscurantismo, la felonía y la traición que causaron la migración.
El punto de partida es un panorama apocalíptico (aunque por desgracia muy real) y no está de más anotar, como hace Serrano Migallón, unas cuantas cifras bastante conservadoras:
- 500.000 muertos durante la guerra en los campos de batalla y en la retaguardia.
- 500.000 exiliados.
- 2.000.000 de presos.
- De estos dos millones, 150.000 ejecutados (1939-1949).
- 81.000 desaparecidos durante la dictadura (1940-1975).
En esos momentos de desolación, México -bajo la presidencia de Cárdenas- dio la batalla en todos los foros internacionales, en la Sociedad de Naciones, y con su postura frente al Comité de No Intervención. Si desde el golpe militar de 1936 México había dado el más firme apoyo al gobierno de la Segunda República, ahora lo siguió dando en la derrota, acogiendo al mayor número posible de refugiados. Un telegrama del gobierno mexicano, del 1 de julio de 1940, dirigido por el presidente Lázaro Cárdenas a su embajador en Francia, decía:
Con carácter urgente manifieste gobierno francés que México está dispuesto a acoger a todos los refugiados españoles de ambos sexos residentes en Francia […] en el menor tiempo posible. Si el gobierno francés acepta, todos los refugiados quedarán bajo la protección del pabellón mexicano.
Se desliza en este libro la amarga constatación de que si México ganó el exilio, España perdió el futuro, la República y el exilio y se quedó con los cadáveres.
El exilio es ese desprendimiento en el que se mezclan el dolor y la esperanza, el despojo y el renacimiento; es un fenómeno múltiple, personal e íntimo, pero al mismo tiempo social y colectivo; es un hecho político e histórico que pone en evidencia la irrupción de la violencia en la vida pública, la irracionalidad de sus relaciones y el hecho, perverso al fin, de que un Estado persiga a quienes, por su naturaleza, debería proteger. El exilio es también un fenómeno cultural que demuestra la persistencia de la memoria, la voluntad de vivir y la riqueza de la civilización que acepta mestizajes, combinaciones y diálogos para generar frutos que se prolongan en el tiempo.
Se desprende de esta atinada definición la complejidad de los exilios. El de los republicanos españoles en México fue -como lo calificó una de las más conspicuas historiadoras, Dolors Pla Brugat- un fenómeno colectivo, no solo un exilio intelectual. Es cierto que la parte más visible y recuperada ha sido siempre la de la creación intelectual, artística y literaria de sus más conocidos representantes. También se suele afirmar que el exilio ha sido ninguneado e invisibilizado por la dictadura franquista. Serrano Migallón afina mucho más el análisis: “Hoy debemos reconocer que para España el exilio está muerto; murió a fuerza de traiciones y de olvido”. En efecto, los republicanos -apunta el autor- fueron vencidos cuatro veces: al término de la guerra civil, al final de la segunda guerra mundial, en la transición -cuando los arreglos para instalar la monarquía- y “cuando el socialismo triunfante omitió incluir su participación en la historia de España”. Al mismo tiempo el exilio español, con estas cuatro derrotas, pasaría por cuatro etapas, según Serrano Migallón y según bailaba la política internacional: una primera, de encuentro con el nuevo país (1937-1944); la segunda, de esperanza en el retorno durante la guerra fría (1944-1953); una tercera, de desilusión ante el reconocimiento internacional de la España franquista (1953-1975); y la cuarta, el inicio del olvido (1975-1978). Solo pareció quedarles la dignidad, como afirmó Lázaro Cárdenas, el presidente mexicano que hizo posible el acogimiento al exilio republicano, en el homenaje que le rindieron el 14 de abril de 1957:
Aunque no quedara ninguno de los veteranos de la República, su ejemplo de lealtad y su fe en la reivindicación de los derechos violados será mandato para la actual juventud y las futuras generaciones y continuará como bandera invicta de los precursores del triunfo de la democracia.
Una de las ideas bien fundamentadas en este ensayo es que el cardenismo inaugura con su postura ante la guerra civil española la idea de la humanización del derecho internacional y la práctica del asilo político: ideas que caracterizarán a partir de entonces la política exterior mexicana. Recuérdese, por ejemplo -continúa el historiador y jurista-, que México fue lugar de asilo para miles de huidos de las dictaduras militares en América del Sur en los años setenta del siglo XX o para decenas de miles de refugiados centroamericanos en los ochenta. Cárdenas (siguiendo principios humanitarios, pero también atendiendo a intereses nacionales) se aprestó a otorgar el asilo a los refugiados españoles, otorgándoles a quien quiso la nacionalidad mexicana en 48 horas, así como el ejercer libremente sus profesiones.
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