El día 10 de enero de 1889 nace en Alcalá de Henares, España, el político, escritor y periodista Manuel Azaña, quien participó activamente en la reforma de la vida política española y llegó a ser presidente de la Segunda República de 1936 a 1939. Falleció en el exilio el 3 de noviembre de 1940.
Manuel Azaña como periodista consiguió ser corresponsal en París (1919-20), luego al frente de La Pluma (1920-23) y finalmente como director de la revista España. En su crecimiento intelectual, publico grandes obras como El jardín de los frailes o los Ensayos sobre Valera, dedicados al novelista español Juan Valera. En 1925, justo bajo la dictadura de Miguel Primo de Rivera, Azaña se declara partidario de la República y funda la Acción Republicana, posteriormente en 1930 accede a la presidencia del Ateneo y, ya como figura de alcance nacional, participó en el Pacto de San Sebastián para derrocar la monarquía de Alfonso XIII.
El 14 de abril de 1931 en la proclamación de la República española, Manuel Azaña se integró en el gobierno provisional como ministro de la Guerra. Participó activamente en las Cortes constituyentes, y asumió la presidencia del Consejo de Ministros cuando las discrepancias sobre las relaciones Iglesia-Estado llevaron a Niceto Alcalá Zamora a abandonar el gabinete.
Manuel Azaña impulsó un amplio programa de reformas: secularizó la vida pública (legalizando el matrimonio civil y el divorcio), reformó el ejército, puso en marcha una reforma agraria y concedió la autonomía a Cataluña.
En 1934 fusionó su partido con los radicales de Marcelino Domingo, formando Izquierda Republicana (1934), partido con el cual realizó una efectiva campaña de oposición al gobierno, posteriormente se integró en un Frente Popular con todas las fuerzas de izquierdas, que lo llevó al triunfo de las elecciones de febrero de 1936, que devolvió a Manuel Azaña a la jefatura del gobierno y posteriormente a la Presidencia de la República. Retomó el programa reformista del primer bienio republicano, pero apenas tuvo tiempo de desarrollarlo a causa del golpe de Estado que, a partir de julio, dio paso a la Guerra Civil.
Para recordar a Don Manuel Azaña les compartimos un pequeño fragmento del discurso que rindió en el Ayuntamiento de Barcelona el 18 de julio de 1938, en plena Guerra Civil: “Paz, piedad y perdón” .
“Guerras emprendidas para imponer la monarquía universal han producido el levantamiento liberal, entre otros, del pueblo español. Guerras emprendidas para abatir un militarismo, lo han dejado más vivo, lo han hecho retoñar todavía más poderoso y han desencadenado una revolución social donde menos se esperaba. Nuestras propias tierras son ejemplo de lo que digo… Después de un terremoto es difícil reconocer el perfil del terreno. Imaginad una montaña volcánica pero apagada en cuyos flancos viven durante generaciones muchas familias pacíficas, y un día la montaña entra de pronto en erupción, causa estragos y cuando la erupción cesa y se disipan las humaredas los habitantes supervivientes miran a la montaña y ya no parece la misma. No reconocen su perfil, no reconocen su fondo. Es la misma montaña, pero de otra manera, y las mismas materias en fusión que expelía el cráter, cuando caen a tierra y se enfrían y solidifican, forma parte del perfil del terreno y hay que contar con ellas para las edificaciones del día de mañana.
Este fenómeno que se da en todas las guerras me impide a mí hablar del porvenir de España, en el orden político y moral, porque es un profundo misterio en este país de las sorpresas y de las reacciones inesperadas lo que podrá resultar el día que los españoles en paz, se pongan a considerar lo que han hecho durante la guerra, cuando se acabe, como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse, con la intolerancia y el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y escuchen su lección: la de esos hombres que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón”.
Grupo familiar en Pyla-sur-mer, verano de 1940. De izquierda a derecha: José Xirau, Adelia de Rivas Cherif, María Teresa Xirau, Dolores de Rivas Cherif, Carmen Ibáñez y Cipriano de Rivas Cherif. Sentado Manuel Azaña con Susana de Rivas Cherif Ibáñez / Fotografía tomadas del libro “Manuel Azaña, entre el mito y la leyenda” por Ángeles Egido León, documento que pertenece a la Biblioteca del Exilio del Ateneo Español de México.