No podemos aceptar que haya un hombre en el mundo que carezca de un lugar donde vivir. Existe el derecho de gentes y muchas razones para acudir en auxilio de ese hombre.

Lázaro Cárdenas

El 21 de mayo de 1895 nació el general Lázaro Cárdenas del Río, presidente de México y uno de los personajes más destacados en la historia moderna de nuestro país. Durante los años de su mandato, 1934 a 1940, Cárdenas implementó diversas acciones que perfilaron una administración nacionalista con fuerte compromiso social: entre muchas otras, destacan la reforma agraria, la expropiación de las compañías petroleras extranjeras y la creación del Instituto Politécnico Nacional.

En el 123 aniversario de su natalicio queremos recordar el ejemplar proyecto de solidaridad internacional que encabezó al brindar asilo político a quienes debieron abandonar España durante la Guerra Civil y tras la imposición de la dictadura franquista, ocasión histórica en que se presentó la oportunidad de demostrar su grandeza ante el mundo, y por la cual el pueblo español radicado en México y sus descendientes le estarán eternamente agradecidos.

Gilberto Bosques (cónsul de México en Francia y uno de los grandes artífices del proyecto mexicano de solidaridad internacional frente a los totalitarismos europeos en aquellos años) se refería a esta grandeza de Cárdenas en los siguientes términos: “hay individualidades prestigiosas, hay personalidades emergentes y hay personajes históricos. Los grandes acontecimientos obligan en forma excepcional. Son los acontecimientos en que los pueblos miden su estatura y los estadistas su verdad. Acontecimientos que son cartabón y prueba de fuego. Cárdenas, el personaje histórico. La tragedia española, el acontecimiento”[1].

En efecto, el Gobierno de México ejerció un papel único entre todas las naciones al solidarizarse con la causa republicana ante el asalto de los militares sublevados encabezados por Franco. Incluso antes de brindar refugio a los españoles que lo necesitaron, la administración cardenista apoyó la defensa de la Segunda República Española al enviar, a partir del 10 de agosto de 1936, veinte mil fusiles de 7mm y 20 millones de cartuchos, con lo que se cumplió “el deber de protección moral, política y diplomática, y la ayuda material a los estados miembros de la Sociedad de las Naciones”[2] frente a la embestida de la intolerancia y el totalitarismo.

Lamentablemente, la República perdió la Guerra Civil, por lo que miles debieron huir de España para salvar la vida y la libertad. Un gran número de republicanos se exiliaron en el país vecino, Francia, donde fueron recluidos en campos de concentración y sufrieron penurias, hambre y maltrato. En tales circunstancias, el cuerpo diplomático mexicano en Francia, por instrucción de Cárdenas, ayudó a los españoles brindándoles refugio en unos castillos donde pudieron desarrollar temporalmente algunas actividades y, sobre todo, dignificar su situación. El propio Bosques, durante una conferencia pronunciada el 18 de octubre de 1973 en el Fondo de Cultura Económica, expresó que “la protección y el asilo territorial brindado a los españoles refugiados en Francia, tuvo ese fondo de justicia y solidaridad humana que se tradujo en la acción del personal diplomático y consular mexicano”[3].

El apoyo continuó con la gestión de los llamados “Barcos de la libertad”, que pudieron traer a una gran cantidad de personas a nuestro país (se calcula que fueron entre 20 y 30 mil), otorgándoles asilo y, en muchos casos, empleo y un lugar para vivir. De no haber contado con el apoyo del Gobierno de Cárdenas, aquellos españoles hubieran enfrentado una difícil situación en la Francia ocupada por el nazismo; en tanto regresar a España significaba, en muchos casos, la muerte.

Nuestro país fue suelo fértil para el grupo de exiliados, entre quienes se encontraban numerosos y destacados intelectuales, artistas, científicos y humanistas. Recibieron el apoyo de la administración de Cárdenas para fundar diversas instituciones educativas, como La Casa de España, ahora El Colegio de México, o el Instituto Luis Vives, e insertarse en la vida académica y cotidiana. No hubo otro país tan generoso en aquellos tiempos de necesidad; en ese sentido, el caso mexicano fue “único para servir y acoger con entero gesto fraternal a quienes dejaron el suelo profundo de España para guardar indemnes su dignidad, su ideal y su orgullo”[4]. Por ello, no fue Franco sino México el gran ganador de la Guerra Civil española, pues recibió a muchos de los mejores ciudadanos de aquel país y se benefició sobremanera con su copioso legado.

“Aquella actitud del presidente Cárdenas queda allí con su verdad en el sentido de la historia. Formando un todo en su tiempo y para el tiempo. Un todo histórico, como él mismo”[5], concluyó Gilberto Bosques en 1973.

En estos días conviene recordar el ejemplo cardenista ante las profundas crisis migratorias que se viven en distintas partes del mundo (incluyendo Centroamérica y México), las cuales implican que las condiciones de vida de millones de personas atraviesen por situaciones de vulnerabilidad y violación a sus derechos, agravadas por discursos de odio, racismo e intolerancia. Ojalá que en el mundo hubiera más estadistas de la estatura de Lázaro Cárdenas, a quien recordamos con todo respeto y gratitud.

[1] Gilberto Bosques, et. al., Lázaro Cárdenas, Testimonios del Fondo, México, Fondo de Cultura Económica, 1975, p. 9.

[2] Ibid, p. 13.

[3] Ibid, p. 17.

[4] Ibid, p. 18.

[5] Ibid, p. 20.