“La ruta seguida por el vapor Sinaia” en el Documento Quintanilla. Archivo del Ateneo Español de México.

El vapor Sinaia partió del puerto Mediterráneo de Sète, en Francia, a la 1:30 de la tarde del jueves 25 de mayo de 1939. Se distinguió porque fue la primera expedición organizada por el Gobierno mexicano y la República española que por entonces salía al Exilio; los mismos tripulantes la nombraron como la Primera expedición de republicanos españoles a México[1], llevada a cabo gracias al generoso ofrecimiento de asilo del presidente Lázaro Cárdenas, el trabajo conjunto de Juan Negrín y Narciso Bassols, así como el apoyo de las Sociedades Hispanas Confederadas y de los Comités Norteamericano y Británico de Ayuda a España[2]. Esta expedición reflejó en su composición la gran diversidad social, ideológica, política y profesional de la nación española, que estaba saliendo de una Guerra Civil e iniciando una larga dictadura.

La preparación y organización del viaje se inició desde días antes del fin de la Guerra, cuando ya era evidente la necesidad de un plan de evacuación. Con la caída de la República, los combatientes y civiles quedaron desprotegidos en el territorio español, mientras que quienes lograron cruzar la frontera francesa pudieron huir de la opresión franquista, aunque su única opción era ingresar a los campos de concentración.

En esta situación de incertidumbre, llegó a la Embajada de México en Francia el mensaje de Lázaro Cárdenas. No solo era un comunicado para mostrar solidaridad con la causa del pueblo español —de la cual México había dado muestras reiteradas a lo largo de la Guerra Civil—, sino como lo mencionó el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez,un ofrecimiento de ayuda generosa y tangible como la que representaba abrir las puertas de país a los que no podían volver a su patria”[3].

Antes de que terminara el conflicto español, el presidente Cárdenas comunicó a Julio Álvarez del Vayo que el embajador de México en París, Narciso Bassols, llevaba instrucciones para los españoles que deseaban ir a México. En el cumplimiento de esas instrucciones hubo otro personaje de relevancia: se trata de  Fernando Gamboa, quien tuvo un papel muy importante en la organización y estricto cumplimiento de estas indicaciones.

Desde el 24 de mayo, en el puerto francés de Sète, ya había un grupo de personas esperando. La otra parte de los pasajeros llegó al siguiente día en trenes donde fueron separados los hombres de las mujeres, todos procedentes de diversos refugios o campos de concentración de Francia. Según testigos, se respiraba un ambiente de duda, dolor y sentimientos encontrados; traumatizados por las horribles vivencias, la mayoría con los bolsillos vacíos, unos cuantos sin documentación migratoria, otros más con la incertidumbre de llegar a un país completamente desconocido, ya que la mayoría sabía muy poco acerca de México. Otros estaban profundamente tristes por dejar España y, en muchos casos, a sus familias, aunque un tanto felices de dejar atrás la Guerra y con el sentimiento de ir hacia la libertad.

Según testimonio de Angelines Dorronsoro, ella y su familia, llegaron el 24 de mayo a las diez de la mañana a Sète y el barco ya estaba ahí. Menciona que Fernando y Susana Gamboa hicieron una labor increíble, porque fueron ellos mismos quienes los embarcaron; relata que estuvieron largas horas esperando zarpar, todos hambrientos, cansados; particularmente, los niños estaban ya desesperados. A la una de la madrugada el Comité Británico repartió té y galletas, lo que fue un gran alivio para todos[4].

En entrevista con Enriqueta Tuñón, el profesor Emilio Rodríguez Mata recordó que al abordar todo era confusión, los comenzaron a acomodar según su familias, edad, sexo, estado civil y filiación política y social. Señaló que fue la señora Susana Gamboa quien realizó esta selección[5].

A la una de la tarde del 25 de mayo de 1939, los 1599 pasajeros salieron al mar. La señora Josefa Santamaría rememoró que el puerto estaba lleno de franceses que habían acudido a despedirlos mientras que una orquesta tocaba los himnos[6].

Como ya se mencionó, el acomodo de los pasajeros se realizó por familias. A los que tenían hijos les daban camarotes solos, mientras que a los solteros los instalaron en la bodega[7]. Otros relataron que el alojamiento era muy malo, ya que el buque no era de pasajeros si no de carga y lo adaptaron para transportar a los refugiados. Era un “barco destartalado”[8], donde no había ventilación y el calor era sofocante en algunas áreas.

La travesía del Sinaia duró dieciocho días en los que fueron constantes las incomodidades y carencias. Pero esto, comparado con las penurias sufridas durante tres largos años de combate y en los campos de concentración, eran “pequeñas molestias” para los pasajeros.

El 26 de mayo cruzaron el estrecho de Gibraltar, donde sucedió uno de los momentos más emotivos y que quedó en la memoria de la mayoría de los pasajeros, no obstante la ilusión de que pronto volverían a pisar su tierra. Cuando cruzaban por ahí y veían a España por última vez, el escritor y periodista Antonio Zozaya (quien días después, el 3 de junio, cumpliría 80 años a bordo del Sinaia), pronunció un poema desde el altavoz:

Mirad a los lejos aquella quebrada línea oscura que se alza sobre el mar. Al contemplarla desde la cubierta del buque nos lleva a otras tierras, al luminoso México, que generosamente nos dispensa un acogimiento fraternal, al Nuevo Mundo, a donde llevamos el peso de tantas amarguras, se nos oprime el corazón. Es la patria amada que se aleja, que pronto se disipará ente las brumas oceánicas y que, hoy sepultada en negras cenizas humeantes, solloza bajo el yugo opresor… ¡Qué pena tan honda!  ¡Cuántos de nosotros volveremos a pisar su suelo sagrado! ¿Cuántos podrán encontrarla redenta, emancipada, gozando de las venturas de una verdadera democracia, en que todos los hombres sean hermanos y en que todos comulguen en las ideas de paz, de progreso y de libertad?….Tu España, resurgirás, más deslumbrante y poderosa que nunca… ¡Adiós, Patria que te alejas, adiós![9]

 

Investigación: Ariadna Lilián Rodríguez Argueta, responsable de Archivo y Biblioteca del Ateneo Español de México.

 

[1] Matesanz, José Antonio, “Con México presente en la esperanza” en: Raíces del exilio. Mexico ante la guerra civil española 1936-1939, Colmex – UNAM, México, 1999, p. 416.
[2] Ibíd., p. 416
[3] Sánchez Vázquez, Adolfo, “Recordando al Sinaia” en: Del Exilio en México. Recuerdos y reflexiones, Grijalbo, México, 1991, p. 20.
[4] Entrevista a Angelines Dorronsoro en: Ruiz Funes, Concepción y Tuñón, Enriqueta, Palabras del Exilio. Final y comienzo Sinaia, INAH – SEP, México, 1982, p. 68
[5] Entrevista a Emilio Rodríguez Mata, en ibíd., p. 69
[6] Entrevista a la señora Josefa Santamaría, en ibídem.
[7] Entrevista a la señora Juana Francisca Rubio por Elena Aub en ibíd, p. 70.
[8] Entrevista a la señora Teresa Armendares realizada por Enriqueta Tuñón, en ibíd, p. 81.
[9] “Diario del Sinaia” en: Los barcos de la libertad. Diarios de viaje Sinaia, Ipanema y Mexique (mayo-julio 1939), Colmex, México, 2006, p. 19.